¿LA MODERNIDAD HA LLEGADO A SU FIN?

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La modernidad comienza a gestarse junto con la era de los grandes descubrimientos, entre ellos el de América, que cambian la percepción que el hombre tiene del mundo, confirmando lo que los sabios de la época venían pregonando. Es la era del Iluminismo, que se caracteriza por el intenso y rápido progreso de las ciencias de la naturaleza, en donde Bacón y Galileo destacan como métodos de investigación a la experimentación y el cálculo matemático. Dios deja de ser el centro de reflexión, el hombre pasa a ser considerado como creador de un mundo propio cuyo espíritu y dignidad se revelan en las obras maestras de la antigüedad clásica. La razón toma la delantera y se constituye a partir de ese momento como un hecho normal, natural y evidente. La subjetivización del Cristianismo nace con el libre examen de las escrituras impulsado por la Reforma protestante del siglo XVI encabezada por Lutero y Calvino, y se consolida con el primado de conciencia del filósofo Descartes para quien el descubrimiento de la verdad es obra personal de la razón que actúa y vive en cada individuo. El «pienso, luego existo» es la única verdad incuestionable a que arriba la razón cartesiana.

El otro gran movimiento gestado en el siglo XVII, junto al progreso de las ciencias de la naturaleza, es la formación de los Estados nacionales sobre la ruina del Estado feudal y la aparición de una nueva clase: la burguesía. Movida, no ya por los ideales cristiano-caballerescos de la Edad Media, sino por el espíritu del lucro. La democracia comienza a constituirse en paradigma universal a partir del último cuarto del siglo XVIII, y son la Revolución Francesa y la Independencia Americana las que le dan impulso. Siendo la versión liberal de la sociedad política la que da origen a la democracia moderna.

El último de los grandes discursos de la modernidad es la manipulación de la naturaleza (hombre-incluido) por la técnica. Esto significa que la razón puede hacer con la naturaleza y con el hombre lo que quiera. Sosteniendo que la pauta moral está justificada por el progreso.

La modernidad entonces lleva implícita los conceptos de: razón, progreso, democracia, individualismo y libertad. Estos conceptos vienen a ser una receta para la sociedad, y especialmente para la occidental, en la búsqueda de mejores condiciones de vida para los hombres. La idea del progreso indefinido, el poder omnímodo de la razón, la democracia como forma de vida, la subjetivación del cristianismo, el afán de lucro, y la manipulación de la naturaleza por la técnica se constituyen como los elementos centrales y universales para el avance de la sociedad hasta el día de hoy.

Pero, ¿Qué realmente produjeron estos elementos? Es una de las preguntas que se ha hecho la sociedad actual y que tiene enorme vigencia.

En efecto, mucho de estos elementos funcionaron como receta a partir del siglo XVIII y hasta nuestros días, sobre todo en la sociedad occidental. Han permeado y cambiado las sociedades de manera tan rápida que muchas veces no nos hemos dado cuenta. Nos han hecho vivir en un mundo tan distinto al de ayer que cada día nos sorprendemos. El progreso y la técnica se han desarrollado a partir de la razón a niveles insospechados modificando la forma de vivir y la naturaleza. La democracia y la libertad como forma de vida se han expandido por gran parte del mundo, a veces con resultados positivos y otras con desastrosas consecuencias. La economía, como ciencia y técnica, ha formado sociedades tremendamente eficaces en resolver las múltiples necesidades y problemas del hombre. El mercado, como modo de distribución de los recursos, ha hecho alcanzar riquezas y ha distribuido pobreza. La sociedad ha evolucionado, el mundo se ha vuelto moderno.

Estos cambios han modificado las formas de sentir, pensar y actuar del hombre actual en comparación al hombre de hace tres siglos atrás, inclusive de hace 20 años atrás. En otras palabras, estos cambios han vuelto al hombre un ser moderno. Un ser que esta en constante evolución, que progresa materialmente, que llega al espacio, que se conecta desde cualquier parte del mundo en solo un segundo, que inventa 3.500 productos nuevos por día, que es capaz de armar gobiernos supranacionales (ONU, Unión Europea), que declara universalmente los derechos del hombre y que también divide el mundo entre oriente y occidente y proclama guerras en virtud de la defensa de la libertad y la democracia, valores intransables de la modernidad.

La receta que conlleva la modernidad ha dado resultados en algunas sociedades y ha destruido otras. Ha alcanzado enormes progresos en algunos países y a otros los ha dejado abandonados. Ha producido islas de desarrollo en este inmenso planeta dejando bolsones de pobreza, exclusión, explotación ambiental y subdesarrollo. Es decir la modernidad ha traído bienestar, pero solo para algunos adelantados e iluminados.

De esta manera surgen críticas a la modernidad. Algunos critican a la modernidad en aquello que le faltó llevar a cabo como proyecto moderno. La escuela neomarxista de Frankfurt basa su crítica a la modernidad en cuanto no acabó su proyecto. Otros autores en su crítica a la modernidad proponen una desesperanzada resignación pero sin abandonar su confianza en la razón entendida al modo moderno (Scarpetta, Vattimo, Lipovetsky). Aparece la postmodernidad.

El término postmodernidad nace y es introducido en el campo filosófico hace ya dos décadas por Jean Lyotard con su trabajo “La condición moderna” (1983). La noción se ha difundido ampliamente pero en general su uso conduce a confusión. Viene a denominar un cambio de época, en la cual podríamos estar insertos: el paso de la modernidad a la postmodernidad.

La modernidad y la postmodernidad son conceptos en general bien parecidos. Existen elementos centrales bien comunes. Lo que no hizo bien la modernidad la posmodernidad quiere remediarlo.

La postmodernidad le agrega a la democracia, a la libertad, a la razón, al individualismo y al progreso un componente nuevo y tremendamente diferenciador: el relativismo cultural.

Las sociedades son distintas y no pueden mirarse desde una misma óptica. No todo es homogéneo. No toda receta produce los mismos efectos y no todas las sociedades son iguales. Cada sociedad tiene valores distintos, tiene una historia propia, una idiosincrasia común y distinta del resto. En la vida social se insiste en la “diversidad,” que en el fondo viene a significar que cada quien, y cada grupo humano, viva como le parezca conveniente. No habría reglas. No habría metas de una perfección humana que fuera deseable para todos.

Para los postmodernos, la manipulación de la naturaleza y del hombre por la técnica, ha concluido en la alienación y dependencia del hombre en sus propios productos.

Para los postmodernos uno puede interpretar cualquier cosa a su manera. Todo es interpretación. Todo se vale. En realidad, no habría realidad. O dicho de manera más culta, no hay ya sintaxis y no hay ya semántica. Todo es pura pragmática.

El progreso y desarrollo que ha traído la modernidad ha sido solo para algunas sociedades. Subsisten enormes bolsones societales a los cuales todavía no les ha llegado la modernidad ni tampoco les llegara tan pronto. Sin embargo, en aquellas sociedades avanzadas que han tenido el merito propio de avanzar y progresar en aras de los valores de la modernidad se empieza a sentir un estado superior de desarrollo en el cual esta época moderna ya no encaja. Es la postmodernidad la que nace como una nueva era, como un cambio de época.

Pero la modernidad no ha llegado a su fin, respondiendo la pregunta inicial. Se sigue expandiendo. Todavía existen muchas sociedades que buscan la modernidad; el desarrollo, el progreso, la democracia. Conceptos íntegramente modernos.

En este sentido la postmodernidad no es una antitesis de la modernidad. Tienen una base común. Conviven en este mundo diverso. Se identifican en estadios de desarrollo distintos.

La posmodernidad es el rebosamiento de lo moderno, no su superación. Lo posmoderno no es lo contrario de lo moderno, es la culminación de la modernidad donde ésta, a través de su propio impulso se niega a sí misma.

Cada cultura tiene sus propios deseos y fines. Ellos definen las metas a alcanzar sin que existan buenas o malas culturas. “A cada uno lo suyo” dice un viejo concepto de justicia que es aplicable íntegramente a la diversidad propugnada por los postmodernos.
El tiempo de hoy lo vivimos en la encrucijada de lo moderno y lo postmoderno.

Publicado por Mario Ramirez P.

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